El gato negro saltó de la casa de piedra. Era hermoso, con toques plateados en el pelaje. Sólo lo vi caer como un chorro de mercurio de la enredadera de la pared. Atravesó la calle, ágil, ligero. Fluyó. Dió un salto, se impulsó en la verticalidad de la pared y se quedó mirándome desde arriba.
En eso cayó la llave desde el segundo piso, él desapareció y yo entré en la casa.




1 comentario:
están buenas las escrituras, donde te las tenías guardaditas las dotes heredadas por los padres literatos????
tan guenos gratamente sorprendida. píccola solitudine
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