miércoles, mayo 16, 2007

Dia de llovizna

Siempre que veo un arcoiris me invade un cierto temor de no volver a ver nunca más uno.
Una puede acostumbrarse a la fugacidad de los días, de las risas y del amor ; finalmente cada día que termina trae uno nuevo detrás, si las risas se apagan, queda el recuerdo velado por la nostalgia y si el amor no vuelve, el tatuaje queda imborrable. En cambio, un arcoiris no dura tanto como para dejar una marca profunda en el alma, aunque bien lo merezca. Es bello, impredecible y efímero. Podrian pasar años, antes de que se repita el halo ; quizás viaje a un pais donde no hayan arcoiris o bien sean demoniacos.
Pienso en mi abuelo, y en el aumento de sus sombras. Sé que no podré batallar contra mis genes y siento que la fugacidad de mis ojos me traicionará antes de haberme tatuado un arcoiris en las retinas.
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En este mundo de predicciones, donde se hacen complejos modelos para domesticar lo que no vale la pena, se asesina la belleza de lo imprevisto. Y asi como el arcoiris es hermoso por su fugacidad, lo mismo lo son las lluvias y el azar.

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