Ya.
Todavía no me acostumbro.
Lo peor es que podría acostumbrarme.
Y que tengo que acostumbrarme.
En esta ciudad de juguete, todavía no me suelto, como cuando comienzo a frenar si la bicicleta empieza a ir demasiado rápido al bajar una pendiente.
En medio de este orden, de este esquema tan infame y consumista,
de este sistema tan ergonómico
se me ocurre que para no dejar de pensar y recobrar el sentido del tacto en estas alas asustadas
no hay mas camino que perseguir mis luces viscerales, explorar mis miedos.
Sólo que siento que aun tengo los ojos cerrados.



